Por Andrea Frank Henkart, MA, CNC
Nunca es demasiado tarde para que los padres comiencen a fomentar hábitos alimenticios saludables en los niños.
Hoy en día vivimos en un mundo infestado de comida rápida con alto contenido de grasa y bajo en nutrientes del que los niños no pueden escapar.
En las escuelas los maestros premian el buen comportamiento con dulces, la celebración de un triunfo viene acompañada por pizza y refrescos, los doctores dan paletas a los niños que no lloran, y por el ajetreado estilo de vida de los padres compran comida rápida para llevar a sus hogares.
Recientemente un estudio de la organización no gubernamental, Kaiser Family Foundation en Estados Unidos, mostró que el 34% de los anuncios de alimentos dirigidos a los niños son de dulces y snacks. De los casi 9,000 anuncios revisados durante los cinco meses que duró el estudio, ninguno era de frutas o verduras, al parecer la salud y nutrición han quedado de lado.
El mundo se está convirtiendo de manera alarmante en un lugar dominado por la comida chatarra. Basta con mirar cualquier restaurante de comida rápida para encontrar a familias enteras consumiendo grandes cantidades de pizza, hamburguesas, papas fritas, helados y refrescos, todo lo anterior con un alto contenido de grasas trans, conservadores, azúcar y carbohidratos vacíos. Y después de todo lo que consumen los niños, los padres se siguen preguntando por qué sus hijos son tan inquietos y padecen enfermedades que no van acorde a su edad.
Trágicamente, estamos ante una de las peores epidemias en el mundo. Según el Centro para el Control y Prevención de enfermedades en Estados Unidos, vivimos en un «ambiente obesogénico», este término apareció por primera vez en 1996 y se refiere a las condiciones que llevan a tener un exceso de grasa corporal. Esta tendencia de ambiente obesogénico se incrementa cada vez más en los países desarrollados, especialmente entre los jóvenes que comen demasiado y no realizan suficiente actividad física.
Para entender la gravedad de la situación, la Academia Americana de Psiquiatría infanto-juvenil en Estados Unidos declaró que el 33% de los niños y adolescentes son obesos. El problema con la obesidad es que es una enfermedad muy fácil de diagnosticar, pero de las más difíciles de tratar.
El aumento de peso debido a la mala alimentación y falta de ejercicio es responsable de más de 300.000 muertes al año y el costo anual se estima en casi $100 billones de dólares. Los niños con sobrepeso son mucho más propensos a convertirse en adultos con sobrepeso, a menos que adopten y mantengan patrones saludables de alimentación y de realización de ejercicio.
La epidemia de obesidad ha llegado a niveles inesperados, ahora podemos encontrar en el Jardín de niños que la tasa de obesidad infantil se ha duplicado. En la actualidad, 11 millones de niños mayores de 6 años son considerados obesos.
Pediatras y gastroenterólogos relacionan esta epidemia de obesidad en todo el mundo con el creciente número de niños con una amplia gama de problemas de salud, que anteriormente sólo padecían personas adultas. Algunos problemas de salud incluyen presión arterial alta, niveles elevados de colesterol, diabetes tipo 2, enfermedad hepática y problemas psicológicos que incluyen la baja autoestima, imagen corporal y depresión.
La preocupación del Dr. James O. Hill, Director Ejecutivo del Anschutz Health and Wellness Center y profesor de Pediatría en la Universidad de Medicina en Colorado, radica en que a muy temprana edad se están padeciendo enfermedades crónicas, y “a pesar de que tenemos muy buenos medicamentos y procedimientos para mantener vivas a las personas, estos tendrán que pasar la mayor parte de su vida con medicamentos y verán disminuida su calidad de vida”.
El panorama es espantoso, la buena noticia es que esta tendencia es reversible. Identificar el problema y su causa es sólo el primer paso. Algunos padres se niegan a admitir que sus hijos tienen problemas y prefieren no ver el sobrepeso de sus hijos, evitando la bomba de tiempo que puede explotar en cualquier momento. Esto tiene que cambiar, el mundo necesita despertar y tomar acciones. No es difícil, siempre y cuando los padres estén dispuestos a aceptar su responsabilidad en la enseñanza de un estilo de vida saludable a sus hijos. No se trata de crear modelos perfectos alimenticios, o negar un dulce o galleta de vez en cuando, sólo es cuestión de modificar los hábitos alimenticios desde la infancia y ajustar la dieta a las necesidades nutricionales específicas.
Los padres deben estar pendientes de lo que comen sus hijos y todavía más de lo que no comen. Una dieta carente de vitaminas esenciales, minerales y nutrientes puede crear un camino a una mala salud. Numerosos estudios han demostrado que cuando los niños tienen una alimentación saludable, continúan con ella a lo largo de su vida y comparten este estilo de vida con sus futuras familias.
Los niños aprenden por imitación e identificación de los adultos a su alrededor, y nunca es demasiado tarde para empezar a demostrar el buen comer y hábitos saludables de vida, los niños pueden aprender valiosas habilidades y desarrollar hábitos alimenticios que les pueden durar toda la vida y ayudarles a gozarla intensamente.